ÁREA DONDE ESCRIBE BERNAL

ÉTICA MÉDICA 23/07/2009

Al iniciar el blog, también prometí escribir sobre  vaguedades. Les escribo una de médicos; se las relato a manera de cuento, aunque no es cuento, es la realidad. “Sucedió en algún lugar a orilla del Océano Pacifico Mexicano. Las hijas gemelas de la profesora “chalita”, como sus vecinos le mencionan cariñosamente, se enfermaron de la garganta. Primero las llevó al IMSS, los facultativos le recetaron medicamentos que medio  “atarantaron” los bichos; no se curaron, volvieron a recaer.

Entonces, la maestra decidió llevarlas a una clínica particular, muy conocida en la región; las recibió un joven médico recién egresado de la universidad –quien por cierto no es el propietario-, las atendió y recetó un medicamento eficaz, el cual enseguida alivió a las niñas.

Pasaron los días y algunos meses, y a una de las gemelas le empezó a doler el estómago; otra vez, la profesora fue a la clínica con la niña, pero ya no encontró al joven galeno, y por lo mismo, no tuvo confianza con algún otro; decidió acudir a un centro de salud pública.

A los dos meses se encontró en alguna de las calles de la ciudad al joven doctor; le comentó que por segunda vez lo había buscado en la clínica  y no le encontró. Me corrió el dueño de la clínica –médico también-, le contestó; ¿cuál fue la causa?, –inquirió “chalita”-. Me regañó y despidió el dueño, argumentando que cuando atendiera a un paciente, no debía recetarle el medicamento certero en la primera consulta, sino uno de menor efectividad para que el enfermo volviera, mínimo dos veces, y a la tercera vez recetarle la medicina efectiva, porque, de qué manera se iba a sostener la clínica –repuso el joven médico–“

Quien esto escribe es muy dado a decir nombres, apellidos y lugares, pero esta vez no los diré, ¡no vaya siendo!, ¡Dios me libre! Claro, no todos los médicos son como el dueño de la clínica. En todas las profesiones, habemos de todo. El dueño de la clínica es ampliamente conocido en la región, se cuentan innumerables historias sobre él, algunas tétricas,  otras chuscas y otras de muuyyy “mala onda”. Por cierto, “chalita”, es un cariñoso apodo cambiado.