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LOS ELEFANTES DEL PARQUE. Un caso de investigación. Primera parte 18/07/2011

Posted by mibervaz in QUEHACER DOCENTE.
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OPERACIÓN RESCATE

Unos jóvenes elefantes se habían convertido en un verdadero dolor de cabeza. Las causas de su      comportamiento sorprendieron a todos…

Todo empezó como una novela policíaca. En 1994 se hallaron varios rinocerontes muertos en el Parque Nacional Pilanesberg , en Sudáfrica. Les habían arrancado los cuernos, y presentaban fracturas en los espinazos y mutilaciones en el cuerpo. Horrorizados, los vigilantes estaban convencidos de que los elefantes los habían atacado, pero no comprendían las causas de semejante saña.

 En 1993, dos jóvenes elefantes mataron a un turista. Hubo que sacrificarlos.

Los  paquidermos fueron llevados a la reserva del Pilanesberg 15 años atrás, cuando ésta se creó. En ese tiempo se realizó la Operación Génesis, un vasto programa de reubicación de animales salvajes en antiguas tierras ganaderas. Debido al  tamaño de los elefantes y a que no se disponía de los vehículos apropiados, sólo se pudo trasladar ejemplares jóvenes. Transportar grandes  machos implicaba costos muy elevados, de modo que parecía algo innecesario. A esta percepción se sumó el limitado conocimiento que por entonces se tenía de la estructura social de los elefantes.

Así las cosas, los animales jóvenes no se integraron hasta que Randall Moore, un  domador estadounidense de elefantes, llevó a las hembras adultas Durga y Owalla, las cuales habían sido entrenadas en un circo. “No sólo se adaptaron pronto a vivir en libertad”, señala Moore, “sino que en pocos meses adoptaron el papel natural de matriarcas de una manada creciente de jóvenes elefantes reubicados. Antes de que ellas llegaran, los grupos de elefantes estaban divididos y en malas condiciones. Mis dos elefantas les dieron la guía y cohesión familiar que necesitaban”.

Sin embargo, éste no era el único problema al que se enfrentaban los jóvenes paquidermos. Casi una década después, los machos empezaron a abandonar las manadas matriarcales y vinieron las verdaderas dificultades. En 1993, dos de ellos atacaron y mataron a un turista. Hubo que sacrificarlos a tiros. También por esa época comenzaron las embestidas contra los rinocerontes.

Aunque los grupos de protección de animales atribuyeron la violencia al trauma de la reubicación, no se explicaban porqué los elefantes habían tardado 10 años en manifestarla ni porqué deseaban matar rinocerontes. Además, si se habían reinstalado tanto hembras como machos, ¿porqué sólo éstos últimos reaccionaban agresivamente?.

“Se propusieron muchas teorías ”, refiere Gus Van Dyk, ecólogo de Pilanesberg. “Una de ellas sostenía que, al haber demasiados elefantes y rinocerontes, surgió una lucha por el territorio. Esto también explicaba porqué los elefantes atacaban a los turistas que se internaban en su espacio. No obstante, su comportamiento no coincidía con esta teoría. Debía de haber otra explicación”.

Hacia 1996, los elefantes habían matado por menos a 28 rinocerontes, e incluso a un cazador profesional contratado para seleccionar uno de los animales que se habían convertido en problema. Hubo tantos informes de agresiones a turistas que a los elefantes de Pilanesberg se les llegó a conocer como una indeseable población de “bestias salvajes”. Los trabajadores del parque buscaban desesperadamente una solución.

Fue entonces cuando Van Dyk comenzó una labor detectivesca que duraría dos años. “Desde un helicóptero, marcábamos temporalmente a los elefantes con pintura, y les tomábamos fotos. Todos los vigilantes cooperaron en la dura tarea de no perderlos de vista y observar sus formas de conducta”. Los rinocerontes fueron las víctimas de la inexplicable saña de los machos reubicados

Se elaboró un archivo detallado para cada elefante macho, con un registro de su comportamiento. Algunas cosas empezaron a aclararse. “Vimos que todos los agresores eran machos más o menos de la misma edad que estaban en celo”, dice Van Dyk. En ese estado, se vuelven violentos y compiten por las hembras con otros machos. Un elefante en libertad entra en celo durante un día o dos cuando tiene cerca de 28 años; a medida que crece, ese periodo se va extendiendo hasta alcanzar los dos o tres meses cuando el animal tiene unos 40 años. “Lo extraño era que los elefantes de Pilanesberg estaban entrando en celo muy prematuramente y por periodos más prolongados que los de otros parques. Cerca de los 18 años ya estaban en celo”.

Una investigación detallada y la colaboración de la doctora Joyce Poole, experta reconocida internacionalmente en el tema del celo en elefantes, precisaron el problema. Para los elefantes jóvenes, la época de celo es de confusión (tal como ocurre con los adolescentes humanos cuando se presentan cambios hormonales). Se sabe que en las manadas de elefantes los más viejos aplazan la llegada del celo de los más jóvenes, y les enseñan a manejarlo.

Si los machos están en celo a menor edad, los más viejos y fuertes los dominan, lo cual reprime sus periodos de alta producción de testosterona. A la larga, una vez que los jóvenes superan a los machos dominantes, entran plenamente en celo.

“La falta de machos grandes y experimentados en las manadas reubicadas estaba desconcertando a los jóvenes machos en su camino a la madurez”, relata Van Dyk . “La naturaleza usa a los machos mayores para retardar varios años el celo de  los jóvenes. Este freno natural no existía en Pilanesberg».

Ésa era la razón de la conducta agresiva. La confusión de un joven macho, que no podía entender ni controlar sus instintos, estaba desatando ataques desenfrenados. Un caso particularmente triste era el de jack, un elefante que al parecer se sentía rinoceronte y hasta había adoptado una manada de estos animales. Luego de identificar la causa de la crisis se presentó una nueva dificultad. Por aquel entonces, aparentemente la única solución consistía en dar con el animal que estaba causando problemas y sacrificarlo. Pero con el tiempo fue claro que todos los machos pasarían por esa etapa de adolescencia confusa, con el consiguiente peligro para los demás animales y para las personas, y la pérdida del elefante.

En medio de la urgencia por remediar la situación, se decidió que lo mejor era introducir machos ya maduros. A principios de los años 90 ya existían métodos más eficaces para reubicar elefantes. La técnica de transportar familias enteras se inició y  perfeccionó en Zimbabwe, y si se fabricaba un vehículo de las dimensiones necesarias, sería factible transportar machos adultos.

Fue aquí donde intervino una empresa privada: la compañía PPC Cemente aportó los fondos para construir el vehículo. “Nuestro logotipo es una cabeza de elefante, y nuestro lema se relaciona con la fuerza”, afirma Beth Harris, responsable de relaciones públicas de la compañía. “ Así que suena lógico que quisiéramos ayudar en un programa de reubicación  de elefantes”.

La empresa ofreció los fondos requeridos a los Parques Nacionales de Sudáfrica para construir un remolque a la medida para trasladar a los paquidermos machos adultos desde el Parque Nacional Kruger hasta otras reservas, por todo el sur de África. También patrocinó investigaciones sobre los efectos de tales reubicaciones.

El departamento de ciencias ambientales y de la vida de la Universidad de Natal se dio a la tarea de supervisar los proyectos.

No obstante, aun con este apoyo, habría de transcurrir al menos un año a fin de que estuvieran listas las estructuras para trasladar a los machos adultos. Durante 1997, mientras aguardaban la llegada de los nuevos animales, el personal del Pilanesberg observó detenidamente a sus elefantes. Todo indicaba que jack  era el único conflictivo. En agosto, se supo que un elefante estaba acosando a un rinoceronte. Le había arrancado el cuerno. Localizaron al agresor y hubo que darle muerte: era jack, que estaba en plena época de celo.

A comienzos de 1998, seis machos adultos del Parque Nacional Kruger fueron llevados a la reserva del Pilanesberg, a 800 kilómetros de distancia. Los dos primeros fueron capturados en la mañana del 2 de febrero, y a eso de las 10 de la noche los recibieron los impacientes trabajadores del Pilanesberg. El enorme vehículo dio marcha atrás, hasta las puertas de la boma, o corral temporal, y lentamente, con mucho cuidado, hicieron bajar a los elefantes. Fue un traslado exitoso.

Los ejemplares se transportaron de dos en dos, y a finales de marzo sumaban seis en la reserva de Pilanesberg. Sin tardanza, los recién llegados fueron a explorar todas las zonas del parque. Los animales jóvenes conflictivos se les enfrentaron, y hubo algunas riñas de poca importancia. Al final, los machos de Kruger se impusieron. Los resultados fueron inmediatos y asombrosos. Terminaron los ataques a rinocerontes y, por tanto, el mal comportamiento.

“Es difícil corregir los errores cometidos en la reubicación de los elefantes en relación con su tamaño y estructura social”, señala el profesor Rob Slotow, jefe del proyecto de la Universidad de Natal. “En la naturaleza existe una compleja jerarquía entre los machos que impide que los jóvenes se desenfrenen. El propósito de llevar elefantes de Kruger a Pilanesberg fue establecer esa jerarquía. Confiamos en haberlo logrado”.

Otras reservas donde se reubicaron elefantes han tenido las mismas dificultades. “Pero ahora contamos con los vehículos y el conocimiento necesarios para resolverlas”, agrega Slotow.

Por Niki Moore.
Revista Selecciones del Reader’s Digest.- ejemplar de mayo de 2003, págs. 92-100.